"ENCONTRAR LAS RAÍCES" otro articulo de Pedro Martin


Después del gran cursillo que hemos vivido con mis compañeros y mi amigo Pedro Martín, el pasado fin de semana, Pedro, que tiene muy buena mano para expresarse con la pluma, ha escrito y compartido con todos nosotros las siguientes palabras, os recomiendo que leáis con calma, dejando que su sentido os empape, ¡¡reflexionad!! porque tenemos un gran tesoro en nuestras manos y no todos sabemos que lo estamos disfrutando....... 

Aquí tenéis las palabras de Pedro:



                                             Encontrar las raíces


Erick From, en su "Miedo a la Libertad", nos ilustra acerca de la ausencia de referencias a la que el hombre actual se ve abocado por el desenfreno de su urbanidad y cosmopolitismo. En la polis griega, el sentido de lo colectivo, la pertenencia a un grupo humano con historia y destino común suponía en gran medida el sustento espiritual de sus habitantes. El ser humano que habitaba aquellos primeros núcleos urbanos, había superado el aislacionismo, apostando por el colectivismo. Estos primeros ciudadanos ocupaban un importante status dentro de la ciudad; en su interior, sus existencias tenían completo sentido.


En el Medievo, los gremios profesionales se aglutinaban para dar seguridad física, laboral, económica y espiritual a sus miembros; un ciudadano que conociera bien su oficio podía ganarse el sustento con el ejercicio de su habilidad. Esta certeza de pertenencia a un grupo le restaba libertad, pero le otorgaba equilibrio interior y conformidad con su vida.

Una situación semejante se volvió a vivir en el Renacimiento italiano, cuando surgieron las Ciudades-Estado, núcleos con una población mediana en los que la vida en comunidad sostenía la razón de ser de hombres y mujeres; la Florencia de los Médicis es una muestra de ello.

La sociedad medieval japonesa se sustentaba en el clan y el individuo se debía a él. Los clanes se reunían formando alianzas, estrategias que suponían poderes e influencias mayores. Una vez formalizados los clanes, las familias reforzaban sus lazos, apoyándose y respetándose mutuamente, dependiendo de esta unión: su presente, su propio futuro y el de sus herederos. La política de clanes ha sido un hecho en Japón desde su más temprana historia. Fue a partir del período Heian (794-1185) cuando los clanes guerreros comenzaron a tener preponderancia en Japón, siendo, también entonces, cuando harían su aparición los primeros Koryû documentados. En el Japón medieval, los Koryû encontraron su sustento en el corazón de pequeñas sociedades, grupos humanos reducidos que sostenían ésta y otras formas de Cultura como un bien común con el que compartir: tiempo, estrategias, destino y espiritualidad, siendo dentro de este contexto donde una minoría estudiaba y practicaba una Escuela de Bujutsu Tradicional.

El hombre actual ha perdido ese punto de referencia al que aludo. En nuestros días, todos nosotros pertenecemos a un entramado político mayor -la nación o federación de naciones- concediéndonos esto una amplia visión de la vida y del mundo, pero devolviéndonos incertidumbre e inquietud espiritual. La libertad, que a priori nos facilitan elementos como el cosmopolitismo o la globalización, nos deja solos ante el abismo que supone la falta de referencias claras; esta sensación de inestabilidad, de falta de historia común, nos aterra.

Meditaba ayer sobre ello, entroncando semejante reflexión con la situación actual del Karate Tradicional, viendo que el panorama contemporáneo está muy lejos de tener: raíces sólidas, encuadres definidos, orígenes comunes, fondos valiosos, razones de ser o propósitos colectivos.

Me preguntaba dónde encontrar todo ello en esta cultura del exceso, del souvenir, del coleccionismo, de lo esporádico perecedero, de las relaciones de plástico, del tener primeramente y el ser posteriormente, de la banalidad como metáfora, de la irreal evasión o del modismo rampante al que, en muchas ocasiones, ha sucumbido nuestro Arte.

Ante semejante descripción, me interrogaba: ¿existen razones para el Optimismo…? Quiero creer que sí, pero -como el gran Juan Ramón Jiménez nos enseñó- hay que buscarlas en las minorías.

Sí, el espíritu de nuestro Arte puede encontrarse en algunos pequeños grupos, reunidos en torno a un hombre sencillo, sustentados en lúcidas, sabias y coherentes enseñanzas; cohesionados a través amistades forjadas tras décadas de trabajo diligente y enraizadas en el Hecho Mismo del Compartir la pura Alegría, el gozo común de la práctica del Karate Tradicional.

Estos pequeños remansos están, siempre, tan alejados del tumulto como del ruido: ese que provocan las algarabías, que proponen: conquistas menores, recompensas de hojalata, colores sin fin o ingenuas gradaciones que pretenden la sabiduría a costa de la economía.

Quien lo ha visto, lo sabe

Pedro Martín González

Kenshinkan dôjô, Mayo 2013

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